‘AÑO DE TRANSICIÓN’

Para los L.A. Kings y los Anaheim Ducks, la actual temporada debe ser barrida por debajo de la alfombra; Deben comprender y aceptar que ha sido una totalmente transicional dentro de la NHL

Por René Romano @reneromanosport @TheLAVox

LOS ÁNGELES, EE.UU.— No hay nada más cierto en este mundo que, la frase que reza que, no se puede cambiar el curso de la historia a base de cambiar los retratos colgados en la pared.

Les diré por qué. Sin rodeos y al grano. Al estilo Romano.

Porque el rumbo se debe cambiar a escala general. Desde la raíz. Por lo menos para que sea certero, eficiente y tenga efecto permanente.

Se debe hacer para que valga la pena hacerlo o esforzarse por ello.

Y es que no se puede vivir en el mismo estado mental para siempre, entendiendo a la vez que, las cosas no cambian; cambiamos nosotros.


Algo que le queda como anillo al dedo al estado actual de los Kings de Los Ángeles y los Ducks de Anaheim dentro de la NHL respectivamente y que tiene a un pueblo Angelino entero, con 4 Stanley Cups ganadas por sus representantes —entre Downtown L.A. y el Condado de la Naranja— en estado de coma. Por lo menos mientras pasa la tormenta transicional de esos dos.

Una que, envuelve e involucra a muchos, millones de dólares y compromisos a largo plazo con jugadores que, o deben cambiar de actitud, o ceder y fungir como monedas de canje al aceptar que sus días están contados donde están y para algunos, no solamente a escala esquipo, sino a escala profesional.

CONOCIDOS POR TODOS

Y sin mencionar nombres específicos, o señalar directamente a los culpables, que, dicho sea de paso, son conocidos e identificados de ‘pé a pá’ por la feligresía, los medios y sus compañeros de equipo, lo hecho por ambas escuadras a lo largo de esta temporada, con su plantilla, gastos, ingresos y demás es totalmente inadmisible.


De hecho, es abominable, que ambos equipos, que estuvieron dentro de los Playoffs en la temporada anterior ocupen el frío sótano de una división como la del Pacífico, bien comandada por los Calgary Flames, y seguidos de unos casi imbatibles Sharks de San José, cuyas habilidades y capacidades no están del todo lejos de lo que pueden dar —y no han podido dar—los ‘del Sur de California’.

Es más, de haber intentado hacer el más mínimo esfuerzo, quizás hubieran comandado con facilidad ‘ese Pacífico’ si sus jugadores tan solo lo hubieran invertido algo de lo recibieron a cambio, injustamente, pero puntualmente dentro de sus cuentas de banco.

No obstante, y al contrario de lo que se esperaba hicieran (dar su máximo esfuerzo y tener sangre en las venas), les dieron la espalda a todos y se aferraron a las lesiones, malas rachas y tristes tardes en el hielo, para decir que los agobió la ‘mala fortuna’, que hoy en día, insisto, debe ser transicional porque no es culpa de nadie más que de los jugadores.


A DAR LA CARA

Sí, jugadores que deben admitir su ‘pobre esfuerzo’ y reconocer, como todos, de una vez por todas, que esta no es culpa ni de John Stevens, otrora coach de Kings, de Willie Desjardins o de Bob Murray.

Sí, como lo lee. No es culpa de las dirigencias ni mucho menos de los que desde el banquillo los dirigen, pues los errores son sabidos de todos.

Iniciando con la falta de agresividad y la ineptitud al cierre de sus partidos, que embargó y afectó tanto a Kings y Ducks en 2018 y 2019 respectivamente.

Algo que John Stevens y el mismo Luc Robitaille se cansaron de reclamarle sus Kings, y algo que definitivamente le recordaba —una vez tras otra— Bob Murray a sus Ducks.


Algo que, reitero, deben barrer bajo la alfombra, o meterlo en los más profundo de ese ‘casillero secreto’, que debe ser cerrado, sellado y martillado con clavos permanentemente, por el bien de los aficionados y lo que un día dieron en esta ciudad jugadores con sangre en la cara, de la talla de Dave Taylor, Marcel Dionne, Marty McSorley, Bernie Nicholls, Wayne Gretzky, Luc Robitaille y el mismo Anze Kopitar por parte de los Kings y Teemu Selänne, Paul Kariya, Jean-Sebastien Giguere y Scott Niedermayer de los Ducks.

En cierre, triste y frustrante que se le tengan que pedir huevos, frialdad y casta a un jugador profesional de hockey sobre hielo, cuando se supone, que ya vienen equipados, criados, programados y por instinto y ADN, sumamente capacitados para hacerlo y darlo todo sobre el hielo.

Los dejo. Hasta la próxima.

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